Tengo razón

Hace apenas un par de años me encantaba discutir. Discutir en su acepción más civilizada, dialogar con otra persona, intercambiando argumentos de forma respetuosa, aportando datos y fundamentando cada afirmación. Cualquier idea era susceptible de ser escuchada siempre y cuando hubiera un razonamiento que la respaldase. Me gustaba ese intercambio de opiniones, sobre política, cine, sociedad, y creía que en el peor de los casos ayudaría a ampliar tanto mi propia perspectiva como la de mi interlocutor. Ahora huyo de las discusiones sobre ciertos temas como si vinieran a pedirme dinero.

En algún punto dejó de tener sentido. En algún punto dejé de verle utilidad. No sé si fue en el momento en que empecé a percibir que la gente tiene la costumbre de adscribirse a un partido político y defenderlo como si fuera su equipo de fútbol en lugar de formar un criterio propio. Quizás fue cuando empezó a ser evidente que la nueva política solo es gente más joven cometiendo los mismos errores de siempre. O puede que fuera cuando noté que el argumento más repetido en todas las conversaciones era “eso es así”. Aunque creo que, definitivamente, fue cuando sentí que el objetivo de estas conversaciones ya no era el intercambio de ideas y el enriquecimiento mutuo, sino conseguir que el otro me dé la razón.

Todos lo hemos sufrido en una comida familiar, o con compañeros de trabajo o clase, y en menor medida puede que incluso con amigos. Está siendo una jornada relativamente entretenida, agradable, o anodina en el peor de los casos, y de repente… ¡pum! Alguien dice la palabra mágica: Cataluña. Y entonces todo se va a la mierda. Salvo en el milagroso y extraño caso en que todos estén de acuerdo hasta en el más mínimo detalle de la cuestión, e incluso estándolo, las voces suben de tono, la gente empieza a interrumpirse en el momento en que otro dice algo que él no piensa y el fundamento de los argumentos empieza a describir una parábola que tiende a cero.

Este gráfico que vi en Twitter lo expresa muy bien.

Este gráfico que vi en Twitter lo expresa muy bien.

Lo he intentado, he intentado participar y dar mi punto de vista, aportar datos y razones, pero a la séptima interrupción te das cuenta de que realmente nadie quiere que expliques nada sino que reconozcas lo listos que son y la razón que tienen.

Es abrumador. ¿Cómo debatir con gente que posee conocimientos avanzados en ingeniería industrial, nutrición, fútbol, física cuántica y arte renacentista todo a la vez? Personas que sin ningún rubor son capaces de aleccionar sobre cualquier materia sin haber leído ni un miserable artículo en Wikipedia al respecto. Su poder de deducción es tal que son capaces de desgranar una rama del saber a partir de la etimología de su nombre, ciencia infusa y el contenido de los memes que reciben vía Whatsapp. Saben más que el médico en la consulta, más que el monitor en el gimnasio y más que el abogado en el juzgado, sin haber invertido un minuto de su vida en aprender sobre medicina, biomecánica o derecho. Solo cabe la rendición ante estos prodigiosos humanistas del siglo XXI.

Lo más divertido es que muchos de ellos ni siquiera se esfuerzan en argumentar y razonar. Apelan a una suerte de orden universal por el cual la realidad es tal y como ellos la describen y no puede ser alterada u observada desde otros puntos de vista. Es imposible debatir con estas personas porque no sostienen sus ideas con razones, sino con pura fe. La opinión se convierte en dogma. El que no comulga con ella es tachado de hereje y despojado, no del derecho a hablar, pero sí al de ser escuchado.

Apunte especial para esos señores mayores, que bien desde la cabecera de una mesa en Nochebuena, o bien desde su columna de opinión en uno de esos panfletos rancios en que han devenido algunos periódicos, aleccionan desde su atalaya de condescendencia a todo aquel que no llegue al medio siglo de edad porque qué sabremos los jóvenes de la vida. Viven en un eterno ad antiquitatem por el cual cuanto más viejo más cierto, y por tanto ellos están más próximos a la verdad de lo que tú podrás estarlo hasta que cumplas cincuenta años y la decepción talle una figura cínica a partir del mármol de tu idealismo. En cinco palabras: hasta que pienses como ellos.

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¿Habéis visto la última columna de Federico Jiménez Losantos?

Y después de setecientas palabras quejándome de las personas que hablan de todo y sin saber, de la gente incapaz de escuchar sin interrumpir, de aquellos que creen que sus afirmaciones son tan evidentes que ni siquiera es necesario razonarlas, llega mi confesión. Perdóneme lector, porque he pecado.

Aunque intento evitarlo, sé que he caído en la trampa más de una vez. Yo también he dejado que mi impotencia alzase la voz cuando mis argumentos se estrellaban contra el credo ideológico de la otra persona. Yo también he dejado que mis prejuicios descartasen las palabras del sujeto que tenía delante antes de que este abriese la boca. Porque a veces reconocer que la otra persona tiene razón es muy doloroso, más aún si esa persona te resulta especialmente desagradable, o si implica contradecir tus principios más profundos.

En mi caso siempre me ha costado rendirme ante toda idea que implique que los problemas no tienen solución, o que la realidad no puede cambiar a mejor. Sigo siendo un inconforme.

calvin y hobbes

Calvin #MeRepresenta.

Si bien hubo un tiempo en que creía que la discusión y el debate podían ampliar puntos de vista y allanar el camino hacia soluciones y puntos de encuentro, la experiencia me dice que casi todas acaban en un punto muerto donde cada interlocutor se limita a repetir su eslogan. Porque en el fondo a mí, como a todas las personas que he descrito en este texto, me gusta discutir, pero sobre todo me encanta que me den la razón.

Yo también sé leer

Te levantas a las 7 de la mañana. Te aseas, desayunas y coges el metro o el coche para ir a clase. Mientras los primeros rayos de sol te dan en los ojos (da igual la hora y el lugar, siempre van a joder) tu cerebro va tomando conciencia de tu propia existencia y trata de ubicarte en el mundo un día más. Llegas a clase, te sientas y miras el reloj: justo a tiempo. En ese momento entra el profesor, enciende el proyector y se pasa dos horas de tu vida leyendo un puto power point.

Recuerdo cuando estaba terminando el Bachillerato y nos animábamos unos a otros diciendo que la universidad sería fácil porque íbamos a estudiar aquello que nos gustaba. Sí y no. Efectivamente en la universidad se aprenden muchísimas cosas interesantes. Te cruzas con magníficos profesores que abren puertas a campos del saber que jamás tuviste en cuenta, que te explican ideas que cambian tu visión del mundo. Guardo un gran recuerdo de algunos de ellos. Pero también te encuentras con lo contrario.

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Me refiero a esos profesores y profesoras, que seguramente con toda la buena intención del mundo, se limitan a leer una presentación en power point que además proyectan para que tú puedas hacerlo a la vez. Y digo leer porque pese al carácter visual propio de una presentación muchos se empeñan en llenarla de letras diminutas. Cuando muestran alguna imagen suele ser totalmente intrascendente, como esos dibujitos en los que salen monigotes que aparecen al buscar en Google Imágenes conceptos empresariales como «liderazgo» o «networking». Algunas clases parecen un club de lectura mal entendido, donde en lugar de leer una obra por separado para reflexionar en conjunto se hace al revés. Los más “veteranos” ni siquiera usan presentación y emplean una técnica de dictado que me trae recuerdos de mis años de Primaria. Deje usted el texto en reprografía, o súbalo a intranet, y ya me apañaré yo para aprendérmelo.

Si el objetivo es leer uno se pregunta para qué tengo que ir hasta la universidad. Puedo leer en mi casa, hay buena luz y un sofá comodísimo. Puedo leer en la biblioteca inmerso en ese ambiente que invita a la concentración. Seguramente incluso acabaré antes y tendré más tiempo para invertir en lo que me parezca apropiado. Pero hacer varios kilómetros para acudir a un aula y leer todos juntos me parece una pérdida de tiempo y dinero insultante.

Lo que suele suceder en este tipo de clases es que los alumnos tenemos la sensación de que no nos aporta nada. Nos sentamos en esas sillas de contrachapado con la esperanza de absorber los conocimientos con nuestra sola presencia, como un ficus absorbe la luz del Sol. Algunos de nosotros nos esforzamos con todo nuestro ser para no despistarnos pero es muy difícil aguantar una hora así, entre el ritmo pausado de una lectura conjunta y la sensación frustrante de estar perdiendo el tiempo.

En esos momentos me viene a la mente una frase que pronuncia el personaje de Clint Eastwood en El sargento de hierro: “Puedes pegarme. Puedes tirarme al suelo, incluso escupirme y mearme. Pero, por favor, no me aburras”.

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Tu cara cuando vas por la diapositiva 42 de 117

¿Cómo puede ser que algunas materias que prometían ser interesantes han resultado en bodrios insufribles? Creo que muchos estudiantes preferirían adentrarse en esas áreas por su cuenta, si no fuera por el miedo a no saber conducir su aprendizaje o por la pereza, que de eso también vamos sobrados. Además ahora, según dicen debido al Plan Bolonia, no puedes perder clases porque la asistencia cuenta y muchos pasan lista. O mejor aún mandan infinitas y repetitivas prácticas, de las cuales la mitad solo sirven para justificar que se hace algo en clase. Conclusión: estás obligado a venir y aburrirte.

Repito una vez más que no se puede generalizar. Hay profesores magníficos y muchísimos estudiantes bastante vagos que no ponen de su parte, pero tras comentar el tema con varios amigos y conocidos he llegado a la conclusión de que no es cosa de mi universidad ni de mi carrera. Tristemente seguimos en un modelo educativo donde es más importante sacar una nota determinada que aprender.

Algo falla cuando ir a la universidad parece una pérdida de tiempo. Como estudiante, al menos a título personal, quiero teoría bien explicada y práctica útil. Quiero retos, pensar, descubrir, reflexionar y debatir. Pero por favor, no me hagas perder el tiempo en un aula, yo ya sé leer.

En defensa de los toros

Ayer las calles de Valencia se llenaron de gente, y no fue únicamente por la mascletà. En torno a unas 12.000 personas participaron en una manifestación protaurina, que tenía como objetivo pedir a las autoridades que “respeten” la tauromaquia. Cada año por estas fechas y con motivo de las Fallas se celebran diversos espectáculos de este tipo, y se ha aprovechado este marco para visualizar las reivindicaciones del mundo taurino, probablemente temeroso de un futuro que para ellos puede ser negro como una montera. En los últimos años está creciendo el debate que envuelve a este tipo de espectáculos, y ayer sus partidarios quisieron dar un golpe sobre la mesa.

Hasta la capital del Turia se desplazó el Hall de la Fama torero al completo. Matadores y ganaderos de toda España quisieron mostrar su apoyo públicamente y servir de reclamo a sus fans y a las cámaras. Cuando dio a su fin el desfile por la alfombra roja, como la sangre de los toros a los que matan, el mismísimo Enrique Ponce leyó un manifiesto que escribió él mismo. Dejó las siguientes frases para la historia, que extraigo directamente de la noticia que ha publicado Levante:

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Vamos por partes:

Tratamiento mediático y político

La mayor parte de los diarios han calificado la manifestación de “histórica”, “multitudinaria”, hablan incluso de “clamor”. Ciertamente lo fue, ya que consiguió congregar a varios miles de personas. Pero no puedo evitar acordarme de aquellas manifestaciones que se sucedieron tras el 15M en esta misma ciudad, que fueron varias y más concurridas. Recuerdo especialmente una que se produjo a principios de 2012 para protestar ante la situación de la educación pública a la que asistieron 100.000 personas. Repito: 100.000 personas en Valencia.

Pero en aquel momento no recuerdo que se hablase de clamor. En aquel momento tocaba apelar a la “mayoría silenciosa” que se queda en sus casas porque no está de acuerdo con lo que reivindica la manifestación. No me acaba de quedar claro, ¿Hay que contar las personas que asisten o las que no lo hacen? ¿Cuándo se pasa de congregación de sectores descontentos a manifestación multitudinaria?

La tauromaquia da dinero y crea puestos de trabajo

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DiCaprio interpretando a Jordan Belfort, alias «El Niño de Wall Street», torero que amasó una fortuna y creó muchos puestos de trabajo.

Con respecto a esta cuestión citaré a Risto Mejide, que en su artículo Llámeme tonto respondía a Carlos Herrera de la siguiente forma:

“Imagino que si ése es su argumento, el señor Herrera estará a favor de legalizar el tráfico de drogas, el de armas y el de personas. Juntas suponen más de 680.000 millones de euros en total, nada más y nada menos que el 1’5% del PIB mundial. Si la aportación a las arcas del estado legitima moralmente cualquier actividad, no sé por qué no empezamos por ahí y nos dejamos de hostias.”

Nada más que añadir, el dinero no puede justificar una conducta indecente y brutal. No podemos vendernos como sociedad ni como país. Si es una actividad tan rentable al menos deberían retirar las subvenciones que se le brindan y utilizar ese dinero para algo útil de verdad.

“El pueblo ama al mundo del toreo y quiere que sea cultura”

A mí no me han preguntado. ¿A usted sí? Quizás me llamaron y no lo cogí creyendo que eran los de Jazztel. Ni el señor Ponce ni los taurinos tienen potestad para atribuirse el apoyo de la voluntad popular. Entra dentro de lo entendible que crean que la mayoría de los españoles pensamos como ellos, al fin y al cabo todo el mundo tiende a pensar que el sentido común es aquel que le da la razón.

Votemos. Votemos, joder, votemos, que no es malo para la salud. No se ha demostrado que la exposición a una urna provoque ninguna enfermedad, no hay que tenerles miedo. Votemos para comprobar cuál es la voluntad real del pueblo español con respecto a la tauromaquia. Incluso plantearía un referéndum a la Artur Mas, con dos preguntas: ¿Está a favor de que sean legales los espectáculos taurinos donde se mata al toro? Si no lo está, ¿Está a favor de que sean legales los espectáculos taurinos donde no se mata al animal?

Reivindicar el toreo por “su animalismo”

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¿Cómo responder a algo tan contradictorio? Queremos tanto a los toros que les infringimos un sufrimiento atroz durante veinte minutos, clavándoles todo tipo de objetos punzantes y obligándoles a correr para que se desangren, para después matarlos. No me quieras tanto, por favor.

Podría hacerse un experimento. En una plaza de toros abarrotada metemos a un cachorro de foca arpa. Seguidamente entra un cazador canadiense y le revienta la cabeza con un pico, la despelleja y se hace un abrigo con su piel. Estoy seguro de que los vítores y aplausos se transformarían en súplicas, gritos y vómitos. El maltrato animal es bárbaro y cruel en todas sus formas, aunque algunas de ellas estén aceptadas social e incluso legalmente. ¿Por qué algunos sienten pena ante el sufrimiento de unos animales pero no ante otros?

Al que no le guste que no venga, es “libertad” y “tradición”

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Volvemos a lo mismo. Yo ahora voy a apalear cabras en mi garaje. Cobraré entrada y podrán entrar niños y todo. Nadie debe impedírmelo porque no les obligo a verlo, el que no quiera ver como apaleo a una cabra que no pague entrada.

Simplemente no tiene sentido. Se trata de llevar a cabo una práctica despiadada y cruel en mi país y no quiero ser cómplice. Se pide libertad para cometer un acto horrible apoyándose en lo de siempre, la tradición. Matamos toros como espectáculo porque lleva haciéndose mucho tiempo y no podemos perder las prácticas sociales de antaño, como la esclavitud o la quema de brujas. Es una falacia. Apelar a la antigüedad de una idea o práctica para defenderla implica olvidar que existe el progreso y con el tiempo el ser humano descubre que ha cometido errores, y que la solución no es llamarlos “tradición” sino corregirlos.

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Ni es tradición, ni es arte. El arte es creación, no asesinato. El arte puede ser bello o feo, pero nunca cruel. El pintor no acaba con ninguna vida al crear un cuadro, ni el músico al componer. Calificar de arte o cultura al toreo me parece un desprecio a todos los que se esfuerzan por crear algo bello y significativo, desde Cervantes hasta Alejandro González Iñárritu.

Bonus track: la banderita

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España tiene una cierta esquizofrenia con respecto a sus símbolos nacionales, en la que intentaré no entrar porque se nos haría de noche. Las banderas, en un principio, deberían servir para unir a un pueblo, y es imposible que unan de cara a un sentimiento nacional cuando dividen en el plano ideológico. Me explico: ¿Por qué hay banderas republicanas en las manifestaciones por la educación pública o en contra de la precariedad laboral? ¿Por qué las rojigualdas solo aparecen en las manifestaciones antiabortistas o protaurinas?

Porque tienen significado político, no solo nacional. Se utilizan para diferenciar, para identificar una reivindicación concreta con una versión de España. Yo me siento español, pero no puedo sentirme identificado con una bandera esgrimida para defender la tortura animal.

Yo no quiero que en mi país se torturen ni maten animales por puro espectáculo, y menos aún que sea considerado un arte. Como yo opinan muchas personas así que no se apropien de nuestras voces. Por eso este artículo lleva ese título, porque ningún animal merece el trato que reciben los toros. Votemos al menos, expresemos cuál es la voluntad real del pueblo español, y con suerte incluso dejaremos atrás la barbarie y daremos un paso hacia la civilización.

 

Cuando la ética y la economía se dan la espalda

(Artículo ilustrado con viñetas de El Roto, porque es un jodido genio)

Hay un mérito que nadie puede negar a Salvados, la capacidad de poner sobre la mesa cuestiones incómodas y además hacer que a la gente le interese. Ayer el programa fue una vez más líder de audiencia en prime time, superando en casi un punto a GH VIP, lo cual fue en mi opinión un triunfo del periodismo. Casi 3,8 millones de personas contemplamos en nuestros hogares la dura realidad sobre la ropa que llevamos y lo mal que tienen que vivir algunos para que otros ganen millones.

Muchos sentimos rabia ante semejante injusticia, y con que la mitad recuerden esa rabia en las próximas rebajas me daré por satisfecho. Por desgracia esa voluntad de cambiar la situación que muchos sentimos ayer acaba estrellándose con un enorme obstáculo a la hora de pasar a la acción. Y es que en este caso no son molinos, Sancho, que son gigantes.

Son gigantes los responsables de esta situación. Numerosos gigantes que además viven muy lejos. ¿Quiénes son los responsables de estas conductas que se desarrollan en un sistema de producción capitalista y globalizado? Es difícil encontrar a alguien libre de pecado, pues el que no participa en él lo legitima a través de su consumo.

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Es responsabilidad de las empresas pagar salarios dignos y ofrecer condiciones de trabajo adecuadas a sus trabajadores. Incluso el empresario que colaboraba con el programa Better Factories, destinado a garantizar unas buenas condiciones de trabajo en Camboya, reconocía que las personas que trabajan en su fábrica viven en “un pequeño cuarto con unas condiciones bastante regulares, un poco lamentables, había que mejorarlas”. Habría que hacerlo, pero mejor mañana y mejor todavía si no lo tengo que hacer yo. Seguro que en las fábricas sujetas al programa Better Factories los empleados cobran mejores sueldos, trabajan menos horas y en lugares más limpios, pero si ni siquiera ellos pueden permitirse una vida decente es que el sueldo sigue siendo insuficiente. Hay que valorar y reconocer el aspecto de las condiciones de trabajo de la fábrica, pero el salario es la condición que te permite acceder a una vivienda digna y a una alimentación correcta.

Pero ¿qué empresa? ¿La marca que vende o la fábrica que produce? Uno de los grandes problemas reside en estribar hasta dónde llega la responsabilidad de las marcas. No pueden meterse en el mismo saco una empresa que se desentiende de las condiciones en las que se fabrican sus productos y otra que es engañada por la fábrica. Tampoco se puede equiparar a una empresa responsable con otra que solicite pedidos con plazos o volúmenes imposibles a costa de las horas de trabajo de los empleados de fábrica. Aunque sea caro, las marcas deberían auditar y esclarecer las vicisitudes de su cadena productiva, y asegurarse de que sean adecuadas, no solo a la ley sino también a los Derechos Humanos.

De hecho, en un sector donde la conducta empresarial irresponsable es la norma, una empresa responsable podría utilizar esto como valor de marca. Ya hay algunas que lo hacen, aunque suelen ser pequeñas. ¿No es rentable vender la sensación de tener la conciencia limpia? ¿Tan poco vale nuestra conciencia?

El siguiente responsable es el gobierno. El problema es que la postura de las autoridades locales no suele abordarse y hay poca información. Parece increíble que un gobierno consienta que sus ciudadanos sean explotados y vivan en condiciones deplorables. Solo se me ocurren dos explicaciones, o la incompetencia a la hora de mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos, o que las propias autoridades sacan tajada del asunto.

Por otra parte hay que tener en cuenta que cuando un gobierno intenta mejorar las condiciones laborales de su país no se le ponen precisamente facilidades. Solo hay que pensar en las amenazas de la CEOE, el FMI o la mismísima Unión Europea cuando alguien sugiere una subida del salario mínimo español, o las campañas de descrédito que despliegan los principales medios de comunicación de cara a esa persona. ¡Que no está la cosa para cobrar un salario digno, coño!

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No nos olvidemos del último responsable, nosotros mismos. Comprando esas marcas y siendo conscientes de lo que hacen o consienten estamos legitimando una conducta empresarial lamentable. Por inocuo que resulte, la organización entre consumidores y el boicot a estos productos parece la forma más accesible de mandar un mensaje a estas empresas y quienes las dirigen.

Pero no todo el mundo puede permitirse ropa producida por empresas responsables, que suele ser algo más cara. En España también hay sueldos de mierda que dan para lo justo, como puede ser una camiseta de Primark a 3€. Ahí es cuando uno contempla las millonarias cifras de beneficios o la cantidad de ceros de las cuentas bancarias de los propietarios y se pregunta: ¿Necesitáis tanto?

Las empresas no se han vuelto más despiadadas con la globalización, pero sí más poderosas. Siempre han tenido el objetivo de ganar dinero, y siempre han convivido empresas honradas que respetaban las normas del juego con otras sin escrúpulos que anteponían sus ingresos al bien común. Decía Wally Ollins que el problema es la apatía pública y la codicia privada. Si como consumidores seguimos comprando a empresas que vulneran los derechos humanos o destruyen el medio ambiente, a veces con la complicidad de leyes y gobiernos, estas empresas seguirán desarrollando estas conductas mientras les sea rentable.

Hablar sin saber: el Cuñadismo Ilustrado

El gran @TraedRuffles sintetizando lo que pretendo expresar.

El gran @TraedRuffles sintetizando lo que pretendo expresar.

Andaba yo navegando por la red buscando entretenerme inocentemente cuando di con esta aberración. Mi razón no daba crédito ante lo que veían mis ojos y mi corazón se inundó de tristeza y pena al ver semejante estampa:

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La música que ha puesto banda sonora a la mitad de mi vida quedaba reducida a palabras repetitivas y vacías, nada menos que en un libro de texto de la ESO. Las canciones de las que aprendí tolerancia y respeto, aquellas que abrieron mi mente y me enseñaron que se podía decir cualquier cosa con ingenio quedaban reducidas a expresiones como “baila mi rumbita”, “bip-bip” o “dale a la maraca”. Porque según este libro el rap consiste en combinar estas expresiones con otras de tu invención y repetirlas las veces que quieras.

Lo primero que pensé al ver esto fue en si el responsable de semejante desfachatez habría oído alguna vez una canción de rap. Evidentemente no, si lo hubiera hecho no habría reducido un género musical tan amplio a cuatro interjecciones sin sentido. Como muestra podéis comparar el párrafo del libro de texto con uno de un rapero de verdad:

Lo mismito, ¿verdad?

Lo mismito, ¿verdad?

Puedo entender que los encargados de elaborar un libro de texto no hayan escuchado nunca rap porque no les atrae o ni siquiera le han dado una oportunidad. Lo que no comprendo es por qué incluyen una actividad de “acción y creación” que consista precisamente en componer el texto de un rap sin tener ni la más remota idea sobre esta música. Cuesta bien poco informarse para al menos mostrar una visión realista, en lugar de un reducto infantilizado e incluso denigrante de lo que es el rap. Manolete, si no sabes torear…

Que sí, que hacer un libro de texto debe costar horas y horas de esfuerzo, pero este ejemplo me sirve para defender la tesis de esta entrada: qué fácil es hablar sin saber. Yo mismo lo hago continuamente, y en este mismo blog hay pruebas de ello. Este twitt lo ilustra bien:

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No sé si es una tradición española o un rasgo intrínseco del ser humano, si siempre ha sido así o se ha acrecentado con el tiempo, pero ocurre por todas partes. Por si fuera poco las personas que suelen hablar sin saber lo hacen creyendo estar en posesión de la verdad más absoluta e irrefutable, en todos los campos del saber.

Algunas de las situaciones rozan el surrealismo cuando la persona en cuestión intenta explicarte algo de lo que claramente sabes más que él. En mi caso, que he estudiado Publicidad y Periodismo, he recibido una cantidad de lecciones sobre ambas cosas que no os podéis imaginar, de personas que probablemente no habían leído un artículo sobre comunicación en sus vidas. En una ocasión criticaron delante de mí a una periodista porque solo había salido un minuto en televisión, añadiendo que “vaya lástima de sueldo que le pagan”. Como si esa información no hubiera que recabarla, contrastarla y redactarla para que tú puedas recibirla en el sofá de tu casa. Por no hablar de todas las veces que me han dicho cómo se debe hacer un anuncio o gestionar una marca. Es como si yo que no tengo ni idea de medicina fuera a la consulta del médico y le rebatiese su diagnóstico. Estas conductas han dado origen a toda una corriente de pensamiento:

Bertín Osborne, una de las referencias del Cuñadismo Ilustrado.

Bertín Osborne, una de las referencias del Cuñadismo Ilustrado.

Tradicionalmente el término cuñado se utilizaba para designar un parentesco familiar con una persona, concretamente el marido de tu hermana o hermano, o el hermano de tu cónyugue. Con el tiempo este significante ha adquirido un significado más, ahora el término cuñado es sinónimo de sabelotodo, de resabido y  de “enterao”.

¿Esa tele que te acabas de comprar? Él la consigue a mitad de precio gracias a un contacto. ¿El grupo que te gusta? Pura mierda, ya te deja él un CD de Melendi para que te enteres de lo que es la buena música. El puto árbol de la ciencia hunde las raíces en su cerebro y obtiene de él toda su sabiduría.

El campeón de estos especímenes es Álvaro Ojeda, periodista para mi pesar, que se ha hecho célebre en Facebook gracias a unos vídeos en los que lo mismo te dice cómo se arregla España que te cuenta que está de moda tirarse al profesor de pádel. En sus vídeos podemos ver la estrategia de debate cuñadil, decir las cosas dando por hecho que son verdad sin aportar fuentes ni pruebas. No hay argumentos, pero grita mucho y da golpes en la mesa, así que tendrá razón.

Y ya ehtá, ¡cohone!

Y ya ehtá, ¡cohone!

Me gustaría terminar con un alegato a la humildad. Es imposible que todos sepamos de todo. Antes de cuestionar una decisión o una afirmación estaría bien pensar en por qué se ha tomado dicha decisión, o por qué se han dicho esas palabras. También es imposible no equivocarse en nada, y no es nada denigrante reconocer errores o limitaciones. Empecemos por nosotros mismos. Seamos inteligentes, acabemos con los listos.

Que me hagas caso, copón. ¿Cómo no voy a tener razón?

Thug Life History: Orígenes del meme del momento

Es imposible que no lo hayas visto, ya sea en Facebook, Twitter, Youtube, o una imagen que te llega a través de un grupo de WhatsApp. Es muy probable que sepas a que meme me refiero. Ha venido desde el ghetto rebosando flow para sustituir al ya viejo Zas en toda la boca. Efectivamente, hablamos del Thug Life.

Este meme ha evolucionado desde el Deal with it, que era utilizado en situaciones en las que un individio hacía un alarde de ingenio o cualidades, quedando como el fucking boss. El Thug Life implica además que dicho individuo parezca un malote. Es la actitud de chulería lo que distingue al thug, acompañado siempre por sus características gafas de sol y un porro de dimensiones considerables. Este meme se utiliza normalmente de forma sarcástica, cuando alguien intenta parecer más chungo de lo que es..

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Algunos ejemplos encontrados en internet.

Muchos ven el origen de este meme en el gangsta rap estadounidense y el estilo de vida macarra que suele envolverlo (thug se traduce como matón). Raperos como Ice-T y grupos como N.W.A. pusieron banda sonora a este estilo de vida con canciones como Straight Outta Compton. Tupac Shakur, el rapero que sobrevivió a un balazo en la cabeza, llevaba estas dos palabras tatuadas en su abdomen y formó un grupo con este nombre.

No obstante un estudio reciente realizado por mi persona revela que el origen de este meme es mucho más antiguo. Pruebas fehacientes revelan vestigios del Thug Life en civilizaciones antiguas.

Straight Outta Esparta!

Posiblemente el primer Thug Life registrado deba atribuirse a la ciudad de Esparta. Sus guerreros no necesitan carta de presentación. Eran los tipos duros de la Grecia clásica, los estoicos hombres que luchaban vigorosamente sin importar las posibilidades de vencer. De hecho también se les atribuye el lema “no preguntes cuántos son, sino donde están”.

fuck calm

En pleno declive de la hegemonía helénica, el rey Filipo II de Macedonia decidió expandir su reino conquistando a sus vecinos del sur. Lo intentó mediante tratados y batallas, y le llevó algunos años someter a las orgullosas polis. Según cuenta la leyenda, intentando una conquista pacífica el rey Filipo II envió un emisario a Esparta para preguntar a su rey si quería que entrase como amigo o como enemigo. A esto el rey espartano respondió con una sola palabra, una palabra griega que se traduciría al castellano como “ni lo uno ni lo otro”, y al lenguaje universal en un corte de mangas.

Es fácil imaginar la ira del monarca macedonio. Filipo replicó rápidamente. Esta vez el mensaje transmitido fue la amenaza de que, si ganaba la guerra, los espartanos serían esclavos para siempre. La respuesta fue igual de corta que la anterior:        “si la ganas”.

Reproducción teatralizada de las negociaciones.

Reproducción teatralizada de las negociaciones.

Suiza: I’ve got 99 problems but Germany ain’t one.

Para nuestra siguiente contestación tenemos que retroceder algo más de cien años desde el presente. En este caso se cree que la víctima fue el Káiser alemán Guillermo, pero hay discrepancias en torno a si fue Guillermo I o Guillermo II (la venganza). Según parece durante una visita a Suiza presenció unas prácticas de tiro de los soldados helvéticos, que demostraron una puntería sublime.

El Káiser no quiso ser menos y su orgullo le llevó a presumir del poderío militar de su país. Siendo consciente del reducido número de la armada suiza, preguntó a su anfitrión qué harían los 250.000 hombres que formaban el ejército suizo si diera la orden de atacar el país con 500.000 soldados alemanes. La respuesta de su homólogo suizo debió sentarle como una patada en el escrotten:  “disparar dos veces e irnos a casa”.

Tras el incidente rediseñaron el casco e introdujeron el famoso pincho. ¿Pero cómo no te van a vacilar con ese pichón en lo alto de la almendra?

Tras el incidente rediseñaron el casco e introdujeron el famoso pincho. ¿Pero cómo no te van a vacilar con ese pichón en lo alto de la almendra?

Mozart: Sinfonías geniales y respuestas mortales.

No solo los militares y guerreros están provistos de la chulería y el ingenio necesarios para dejar estas respuestas para la posteridad. El joven Mozart vivió la thug life antes incluso de que se fundase la ciudad de Los Ángeles, pero su habilidad a la hora de humillar a otros con sus respuestas quedó eclipsada por su destreza a la hora de componer.

Parece ser que un día uno de sus fans le comentó que se estaba planteando escribir sinfonías, y le pidió consejo sobre cómo empezar a hacerlo. Mozart le advirtió de la complejidad que suponía escribir una sinfonía, y le recomendó empezar por algo más sencillo como un lied (una canción lírica breve).

Su interlocutor creía que Mozart estaba exagerando, de modo que replicó argumentando que no sería tan difícil si él había compuesto sinfonías con tan solo 8 años. Amadeus contuvo la risa para no herir más los sentimientos de ese pobre diablo y le contestó que, efectivamente, él componía sinfonías desde los 8 años, pero nunca había preguntado a nadie cómo hacerlo.

Mientras tocaba el piano empezó a rapear: fuck da police, comin’ straight from the underground!...

Mientras tocaba el piano empezó a rapear: «Fuck da police, comin’ straight from the underground!…»

Conclusión del historiador.

Independientemente de su origen el Thug Life ha demostrado lo que un meme puede conseguir, como ya lo hizo el “y lo sabes” de Julio Iglesias antes de hartarnos a todos. Un contenido aplicable a diversas situaciones de la vida y envuelto en un contexto de humor, que consigue que explote una sonrisa en tu rostro y le des al enlace de compartir. Utilizados provechosamente nos permiten estar presentes en contextos personales de nuestro target y alcanzar una difusión enorme por su carácter viral.